Ayer pensaba –a raíz de una noticia- que los recuerdos no deben dejar de serlo.
Por algo están en el pasado. Para que se parezcan más a lo que queremos que haya sido. Para que lo cotidiano pueda transformarse en extraordinario. Para que acontecimientos más o menos triviales puedan convertirse en gestas heroicas. Para que lo deslucido pueda revestirse de una luminosidad mágica.
La primera novia, incluso esa que ni siquiera se percataba del dolor que nos causaba con su indiferencia, está allí para impulsarnos a la insensatez de creer que existe la perfección y la felicidad absoluta.
Desventurados aquellos que se dejan seducir por esta quimera y deciden sacar a los recuerdos del inmaculado arcón que los cobija.
Intuyo que transitaremos esta vida anhelando su encuentro, pero, a la vez, suplicando que ese encuentro nunca se produzca.
05 octubre 2007
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1 comentario:
Primer amor, como la primera taza de café en una mañana tal vez.... solo esa que sabe a frescura.
Disculpa, no podía impedir comentar sobre lo que escribiste.
Me llamó la atención.
Un saludo :)
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